jueves, 7 de julio de 2011

Relato.

Este relato lo hice para un trabajo de clase. Me mandaron leer la novela de Rafael Reig "Sangre a borbotones", una novela en la que se puede ver un futuro Madrid en el que todas las calles son canales y... bueno, es mejor leerlo para que os hagáis una idea.
Entonces a mí se me ocurrió dar mi punto de vista sobre el futuro al que estamos yendo a parar con este relato.


Desperté en una cama de sábanas blancas dentro de una habitación del mismo color enchufado a una gran máquina que emitía una serie de pitidos estresantes. Me incorporé lentamente y pude ver delante mía a una mujer morena, con una melena ondulada que le pasaba por los hombros. No parecía de la actualidad, más bien de los años 50 o 60 so me fijaba en la indumentaria. Estaba dormida sobre un sofá de cuero negro. De repente, abrió los ojos. Sus grandes pupilas negras se clavaron en mí, y acto seguido me dirigió una cálida sonrisa. Extrañamente, esa sonrisa me resultaba familiar, no conocía a esa mujer de nada, y sin embargo, era como si siempre hubiera estado a mi lado.
-Por fin despiertas- dijo finalmente.
-Pe... Pero, ¿dónde estoy? ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué sitio es este? ¿Quién eres tú?- Las preguntas me salieron de la boca como si esta fuese una ametralladora.
-Estás en una sala de curación- Dijo la chica divertida. Pensé que esta reacción se debía a mi interrogatorio.
-¿Sala de curación? Supongo que te refieres a una habitación de hospital.
La mujer sonrió y se sentó a mi lado.
-Llevas tanto tiempo dormido…
Entonces recordé las últimas imágenes que tenía antes de quedarme inconsciente. Estaba durmiendo cuando de repente oí un ruido, me levanté y noté un pinchazo en el cuello. Ya no había más.
La extraña mujer me devolvió a la realidad con un dulce carraspeo.
-Me llamo Andrea, se podría decir que soy tu… emm… tatara-tatara nieta.
Me debió notar confundido, y así era, no entendía nada. Estaba delante de una mujer de ropa antigua que decía que yo era un antepasado suyo.
-Te usaron de experimento para una nueva medicina, la anestesia XC300, cuyo efecto dura 300 años. Los científicos de tu tiempo pensaban utilizarlo para las personas con enfermedades mortales en tu tiempo. Pensaban que si dormían a algún enfermo hasta que se descubriera un remedio, esa persona podría vivir lo que realmente merece una persona. Con lo que ellos no contaban era que para que ocurriese esto, ellos tenían que seguir investigando curas.
-Entonces, ¿ahora qué? ¿Qué va a pasarme?
-Seguirás viviendo como siempre, al fin y al cabo, te utilizaron como experimento, tú no estás enfermo. Primero tendré que enseñarte algunas cosas, ya que verás muchas cosas que seguramente te parezcan extrañas. Como te iba diciendo, estás en una sala de curación. Estas salas son ilegales.
-¿Ilegales? ¿En vuestra época no está permitido que la gente pueda tener buena salud?
-Claro que sí, pero solo en los hospitales, que son privados. Algunas personas no tenemos dinero como para pagar un médico y nos tenemos que buscar la vida. Aquí te cobran hasta por respirar, literalmente.
Se descubrió la muñeca y pude ver una especie de reloj digital que cambiaba los números cada dos por tres.
-¿Qué es esto?- pregunté intrigado.
-Es un contador de aire, a finales de cada mes debemos ir al banco, nos cobran el aire respirado y nos ponen el contador a cero.
Estaba atónito. El futuro que le esperaba a la gente de mi tiempo, mejor dicho, el presente que yo estaba viviendo, era horrible. Todo se pagaba, era una auténtica sociedad capitalista y privatizada.
-Pareces confundido.
-No sé, me imaginaba todo diferente… Imaginaba una vida más sencilla, más bonita, y desde luego no a gente con faldas de vuelo y blusas.
Nos reímos juntos.
-La moda de hoy en día es llevar ropa de los años 50.
No pude evitar reírme ante ese ideal de ropa futurista que en mi tiempo pensábamos, con colores fríos y brillantes,
De repente me di cuenta de una cosa, el futuro iba a ser gris, con pocas posibilidades de sobrevivir sin dinero, y todo seguramente por culpa de mi generación, que quería que le dieran todo echo y que no luchaba por lo que quería. Me olvidé, de aquel lugar y de Andrea, simplemente cerré los ojos y desee que esa sensación de culpabilidad desapareciera.
Cuando abrí los ojos, me encontré en mi habitación. Miré el calendario: 22 de abril de 2011, el día perfecto para cambiar el mundo.

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